jueves, 7 de diciembre de 2023

El castillo (Argentina/2023). Dirección: Martín Benchimol. Elenco: Justina Olivo, Alexia Caminos Olivo. Guión: Martín Benchimol. Fotografía: Nico Miranda, Fernando Lorenzale. Edición: Ana Remón. Sonido: Sofía Straface. Distribuidora: Independiente. Duración: 78 minutos. Salas: Lugones, Cacodelphia y EL Cairo (Rosario).

Por Hernán Cortés

El sustrato del que está hecha El castillo es el siguiente: Justina Olivo, una aborigen chaqueña, se ha criado como empleada doméstica en el seno de una familia dueña de una mansión en las afueras de Lobos, en la provincia de Buenos Aires. La última integrante viva acordó con Justina que, cuando ella no esté, le cederá la propiedad pero con la promesa de que no la venda. Es así que Justina y su hija Alexia terminaron viviendo en ese palacete hoy algo deteriorado pero del que se adivina un pasado de esplendor. 

 

Ganadora del premio Horizontes Latinos en San Sebastián y galardonada también en Mar del Plata, la tercera película de Martín Benchimol explora este simbiótico vínculo entre madre e hija, quienes prácticamente no tienen contacto con el mundo exterior, cobijadas por ese terreno de sesenta hectáreas y esa construcción de doce habitaciones y seis baños. Allí la vemos a Justina, preocupada por que la vivienda no se venga abajo (hay paredes descascaradas, filtraciones) y tratando de sostenerse económicamente (el único ingreso parece ser la venta cada tanto de alguna vaca). Alexia la secunda pacientemente, pero al mismo tiempo también aspira a otra vida (su sueño es ser piloto de Fórmula 4, lo que la obligaría a mudarse a Capital).

Si bien la singularidad del caso ya justificaría un mero documental de observación, Benchimol suma algunos recursos que le permiten salirse de la norma. Por empezar, capitaliza la locación incorporando música y encuadres a tono con esa atmósfera entre gótica y onírica que allí se respira. Y también alterna algunos pasajes donde los límites entre realidad y ficción son difusos. En algunas situaciones, el asunto fluye con naturalidad (las dos mujeres "actúan" algunas escenas que, se infiere, no son lejanas a su cotidianeidad), pero en otras corre el riesgo de bordear el cliché, por ejemplo, cuando se exacerba cierta tilinguería de esos parientes que visitan la propiedad como si fuera suya. 

Son decisiones que el director asume en detrimiento de dejar otra información algo velada (casi no hay referencias a los propietarios originales ni tampoco se profundiza en la legalidad de la herencia), lo que le da a la película un aire ambiguo, misterioso, casi como el castillo que la alberga.

         

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