miércoles, 2 de agosto de 2017

El auge del humano (Argentina-Brasil-Portugal/2016). Dirección: Eduardo Williams. Elenco: Sergio Morosini, Shine Marx, Domingos Marengula, Chai Fonacier, Manuel Asucan
. Guión: Eduardo Williams. Fotografía: Joaquín Neira, Julien Guillery, Eduardo Williams. Edición: Alice Furtado, Eduardo Williams. Sonido: Milton Rodríguez, Roy Llanes Roncales, Pedro Marinho, Joseph Dennis, Asunción Gagarin. Distribuidora: Independiente. Duración: 97 minutos. Salas: AAMNBA (Sábados de agosto a las 21 hs.).

Por Hernán Cortés

Son pocas, casi contadas, pero afortunadamente aún existen películas capaces de ratificar al cine como una experiencia movilizadora. El auge del humano es uno de esos films que, una vez finalizado, provoca un irrefrenable deseo de cotejar inmediatamente las impresiones que deja, sea intercambiando opiniones con algún espectador ocasional, recurriendo a críticas previas o relevando testimonios de su director y/o protagonistas. El debut de Eduardo Williams, un experimentado (y experimental) cortometrajista, es una inclasificable propuesta que se estrena luego de un extenso recorrido por diversos festivales, entre ellos Mar del Plata, donde obtuvo el Premio Especial del Jurado, y Locarno, donde fue premiada como Mejor Película en la competencia Cineastas.


Lo que en un principio se presenta como un típico documenal sobre un grupo de jóvenes del Conurbano bonaerense, deriva paulatinamente en otras exploraciones inesperadas. En esta inicial cotidianeidad de veinteañeros de clase media-baja, la cámara se planta con una distancia que no los atosiga; es más, hasta parece desentenderse de su devenir. No queda claro cuáles son los vínculos entre ellos, y la situación se enrarece más cuando se centra en la práctica de exhibirse semidesnudos por una webcam a cambio de dinero.

A partir de allí, la película hace un corte, que no resulta abrupto por la fluidez que maneja el montaje (incluso, cambia el formato de filmación), y la acción se traslada -según consta en la sinópsis- primero a algún lugar de Mozambique y luego hacia alguna región selvática de Filipinas, donde otros grupos juveniles ocupan la pantalla. La distancias geográficas y culturales no parecen ser marcar diferencias entre estas tres "muestras" dominadas por la desidia, la precariedad laboral y la falta de perspectivas a futuro, con internet como hilo conductor. Como detalle adicional hay unos primerísimos planos de hormigas (!).

Con algún rasgo de otros directores que supieron retratar la deriva juvenil como Gus Van Sant o el primer Richard Linklater (especialmente los planos secuencias y el desdoblamiento del punto de vista), la película logra intrigar, desconcertar y cautivar por partes iguales. A Williams no se le puede reprochar su valentía, aunque resulta difícil adjudicarle otros atributos a lo suyo. Tal vez de esto se trate el verdadero "otro" cine.


           

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