jueves, 4 de abril de 2019

Protagonizada por Dolores Fonzi, Claudia, de Sebastián de Caro, se centra en una obsesiva organizadora de eventos y un enrarecido casamiento.

Por Hernán Cortés

En una hermosa noche y ante un gran marco de público, ayer quedó formalmente inaugurada la 21º edición del Bafici, la fiesta cinéfila porteña que se extenderá hasta el domingo 14 y que en esta oportunidad cuenta con una grilla de más de 300 títulos y 37 sedes. El lanzamiento tuvo lugar en el anfiteatro de Parque Centenario (hubo una función en simultáneo para invitados en el cine Gaumont) con la proyección de Claudia, comedia dirigida por Sebastián de Caro y protagonizada por Dolores Fonzi.


La Claudia del título (Fonzi) es una exigente organizadora de eventos, capaz de preocuparse más por el sabor del café del velorio de su padre que por su propia pérdida. En reemplazo de una compañera que cayó enferma, se pone al frente del armado de una fiesta de casamiento, a la que le impone algunos cambios que no caen bien en los familiares (por ejemplo, mudar el lugar de la ceremonia religiosa). Las cosas se complicarán aun más para Claudia y su asistente (Laura Paredes) cuando una inesperada confesión de la novia dé paso a una serie de misteriosos sucesos.

Claudia funciona cuando se vale del humor absurdo y la sincronicidad de sus diálogos -territorios conocidos por De Caro y recursos en los que se luce su protagonista-, aunque pierde solidez cuando incursiona en lo fantástico. Si bien estos "aditivos" le dan a la película un aire por momentos desconcertante y ofrecen más de un hallazgo visual (la ralentizada escena del carnaval carioca es un ejemplo), da la impresión de que la propuesta se agota pronto y se termina yendo en fade, pese a la vuelta de tuerca del final.

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