martes, 1 de agosto de 2017

La cordillera (Argentina-España-Francia/2016). Dirección: Santiago Mitre. Elenco: Ricardo Darín, Dolores Fonzi, Érica Rivas, Gerardo Romano, Paulina García, Elena Anaya, Alfredo Castro
, Christian Slater. Guión: Santiago Mitre, Mariano Llinás. Fotografía: Javier Juliá. Edición: Nicolás Goldbart. Sonido: Federico Esquerro, Santiago Fumagalli. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 115 minutos. Salas: 

Por Hernán Cortés

¿Cuánto hay en común entre aquel Santiago Mitre que, valiéndose de actores del off y prescindiendo de subsidios estatales, pateó el tablero con El estudiante y este director que puede disponer de múltiples recursos formales, contar con un elenco de ensueño y despertar el interés de abundantes productoras, amén de ser considerado por el Festival de Cannes? Mucho. Muchísimo, para ser más exactos. Sin haber cumplido los cuarenta años y con sólo tres películas (cuatro, si se considera a Los posibles, aquel documental codirigido con Juan Onofri Barbato), Mitre es un caso infrecuente en el cine local. Un director, presupuestos al margen, totalmente seguro de qué y cómo contar, con una potencia narrativa arrolladora y un habilidad notable para recrear a la política desde su trastienda (y sus consiguientes miserias). La cordillera, la película local más esperada (y cotizada: costó cerca de seis millones de dólares) del año, no hace más que consolidar todos estos atributos.


Nuevamente a cargo del guión junto a Mariano Llinás, Mitre sitúa la historia en plena Cordillera de Los Andes, del lado chileno. En un hotel casi desprendido del mundo se celebra una cumbre latinoamericana con el objetivo de establecer una alianza petrolera en la región. Hasta allí se llegan los presidentes de los países involucrados, incluído el de Argentina, una verdadera incógnita para el encuentro. Es que Hernán Blanco (Ricardo Darín) es un novato en el sillón de Rivadavia: electo recientemente -y, al parecer, por poco márgen-, llegó a la presidencia luego de ser intendente de Santa Rosa (La Pampa) y en su campaña lo presentaban como "un tipo como vos". Un hombre común, apocado se diría, sin ningún "muerto" detrás (aunque más tarde se verá que eso no es tan así).

Secundado por su incodicional secretaria Luisa (Érica Rivas) y su ambicioso jefe de Gabinete Mariano Castex (Gerardo Romano), Blanco tiene la oportunidad de que la cumbre sea una vidriera para lucirse y despertar confianza en propios y ajenos. Pero un caso de corrupción amenaza con romper el clima: el ex yerno de Blanco, que lo acompañó en su carrera, denunció un manejo discrecional de fondos que puede convertirse en el primer tropiezo de la gestión. Con el doble propósito de contenerla pero también de sonsacarle información, el presidente manda a buscar a su hija Marina (Dolores Fonzi), una joven emocionalmente inestable. En medio de esas circunstancias complejas, Blanco será una suerte de árbitro ante dos pares con intereses cruzados: el brasileño, proteccionista, carismático y hombre fuerte de la cumbre, y el mexicano, que hará lo posible -"beneficios" mediante- para que Estados Unidos ingrese a la alianza.

Una vez más, Mitre vuelve a poner a prueba la moral de su protagonista. Al igual que el también provinciano Roque de El estudiante, el presidente argentino se develará como un pragmático inesperado ante las situaciones que se le irán atravesando. Y un episodio relacionado con la infancia de su hija dejará entrever un pasado no tan "blanco".

A caballo entre el drama familiar y el thriller político, el ritmo narrativo de La cordillera no decae en ningún momento de sus casi dos horas de duración (hasta se permite intercalar una subtrama onírica, en principio innecesaria pero que finalmente será fundamental para el desarrollo de la trama). Los méritos no son exclusividad del dream team central (como era de esperar, Darín, Rivas, Fonzi y Romano están impecables), sino también de unos secundarios a la altura, especialmente el brasileño Leonardo Franco, la española Elena Anaya y el chileno Alfredo Castro (y cabe incluir la breve participación de Christian Slater interpretando a un lobbista norteamericano).

Las deslumbrantes imágenes de la Cordillera -gran tarea del DF Javier Juliá, lo mismo que los demás roles técnicos- demuestran que, aun en un entorno paradisíaco, el mal también existe.  


       

   

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