jueves, 18 de marzo de 2021

Luego de la suspensión de la edición anterior a causa del Covid-19, el festival vuelve reconvertido con una grilla más concentrada e impulso de sedes al aire libre. Serán en total 92 largometrajes y 143 cortos, distribuídos en tres competencias y secciones habituales. La apertura estuvo a cargo de Bandido, de Luciano Juncos, Teoría social numérica, de Paola Michaels, y El universo de Clarita, de Tomás Lipglot.

Por Hernán Cortés

Para la realización de este 22º Bafici, según dijo ayer Enrique Avogadro, ministro del Cultura porteño, durante la apertura, se barajaron unos seis o siete formatos posibles. Tal vez el funcionario exageraba pero no caben dudas de que, tras la suspención del año pasado y la pandemia del Covid-19 aún latente, las autoridades del festival han tenido que trabajar contrarreloj para llevarlo adelante. Tan es así que la programaciòn fue anunciada hace apenas una semana, cuando lo habitual es que las películas, los invitados (que este año, por supuesto, no hay), las sedes y venta de entradas se conozcan varios días antes. Pero el Bafici finalmente se hace y se extenderá hasta el domingo 28 de marzo.

Las novedades respecto a años anteriores pasan por una grilla más reducida (92 largometrajes y 143 cortos), concentrada en solo tres competencias (Internacional, Argentina y Americana) y algunas de las secciones conocidas (Trayectorias, Música, Baficito, entre otras), la promoción de espacios al aire libre como sedes (además de las salas Gaumont, Belgrano Multiplex, Lugones y CC San Martín, funcionarán el anfiteatro de Parque Centenario, los museos Larreta, Sívori y Fernández Blanco, la Usina del Arte y varios clubes y centros culturales), la gratuidad de todas sus funciones, que podrán verse también por streaming, y un estratégico adelanto de fecha, de abril a marzo, para aprovechar el último resabio del clima estival.

La inauguración del Bafici -ayer por la noche en el anfiteatro del Parque Centenario y con una temperatura más baja que lo deseable- estuvo a cargo del corto Teoría social numérica, de Paola Michaels, y el largo Bandido, de Luciano Juncos (por su parte, El universo de Clarita, de Tomás Lipglot, abrió la sección Baficito). Filmada en Córdoba y protagonizada por Osvaldo Laport, la película de Juncos narra un momento particular en la vida de Roberto Benítez, aka Bandido, un cantante popular (podría hablarse de un Cacho Castaña, como para establecer una referencia) con muchos años de carrera y aún muchas más ganas de tirar la toalla. 

Agotado de giras, pedidos de selfies, invitaciones de políticos y demás situaciones a las que puede exponerse una figura conocida, Bandido es presionado por su mánager a grabar un disco de grandes éxitos, tarea que encara a regañadientes. Pero en plena consideración de su retiro, un encuentro azaroso con un ex músico de su banda hace que le surja un nueva motivación -y acaso, un nuevo deber- a su oficio.

Con un Laport al que ese Bandido que alterna ensimismamiento con picos de entusiasmo le calza como un guante y un elenco secundario (el mánager, el amigo, la hija) que es toda una revelación, esta película de segundas oportunidades -que no pierde ocasión de colar una denuncia un tanto subrrayada- resultó una apertura ideal para este Bafici también en vías de reinventarse.

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