miércoles, 27 de noviembre de 2019

Editado por Paidós, el libro de Quintín repasa aleatoriamente películas, directores, actores y demás tópicos cinéfilos.

Por Hernán Cortés

No éramos pocos los que sentíamos que Quintín, figura central dentro de la crítica de cine contemporánea, incluso más allá de Argentina, nos "debía" un libro. Tras alejarse, en 2004, tanto de la mítica revista El Amante -que fundó y dirigió junto su mujer (la fotografa y realizadora Flavia de la Fuente) y Gustavo Noriega- como de la dirección artística del Bafici, el cine pareció quedar un tanto diluído entre sus otros intereses. Desde sus columnas en el diario Perfil o en su blog La lectora provisoria, Quintín suele escribir también sobre fútbol internacional, libros o vinos. El cine sigue presente, pero se extraña la época en que lo abordaba con mayor frecuencia.

Es por eso que La vuelta al cine en cuarenta días -que integra la colección Cine Pop de la editorial Paidós- resulta un saludable regreso de Quintín a la veta que lo convirtió en referente. La idea de deuda también en un momento cobró fuerza para la propia editorial. Según contó hace unos días en el Festival de Mar del Plata, el autor presentó inicialmente dos propuestas (un libro sobre grietas en el cine, primero; otro sobre novelas adaptadas a la pantalla grande, después) que descartó rápidamente. Apremiado por un contrato ya firmado -y a punto de recibir un ultimátum-, decidió que lo mejor sería escribir sistemáticamente sobre lo que le diera la gana -siempre ajustándose al cine, claro está- a lo largo de unos meses. El resultado es un diario de cuarenta entradas fechadas entre el 16 de abril y el 26 de julio de 2019, donde Quintín se explaya "anárquicamente", como indicó él mismo, sobre películas, directores, actores y demás tópicos que lo fueron estímulando durante ese período.

Quintín tiene la virtud de los mejores articulistas, aquellos que en cada frase ofrecen un dato y en cada párrafo, una idea. La vuelta al cine en cuarenta días puede ser disfrutado incluso por quienes están lejos de considerarse cinéfilos: la prosa de Quintín en ningún momento es pretenciosa o erudita, sino que es una cálida invitación a acompañar esas reflexiones aleatorias. Cada capítulo surge de un disparador, que en algunos casos son independientes entre sí o pueden retomar, como los vagones de un tren, alguna punta del texto anterior. Por las páginas desfilan la reticiencia de Quintín frente las series actuales (aunque no puede evitar engancharse con Game of Thrones), el faraónico proyecto de escribir acerca del diario del director franco-chileno Raúl Ruiz, sus reservas frente a la saga de Avengers y la reivindicación de Almodóvar, el rescate de la figura de John Ford y los cursos que dictó en el Centro Cultural San Martín, entre otras múltiples aristas desarrolladas en total libertad.

Si bien el uso de la primera persona es casi una marca registrada en él, son muy jugosos aquellos pasajes donde accedemos a un Quintín un poco más íntimo, como cuando recuerda la época de oro de los cines de Lavalle y el descubrimiento de la cinefilia ("esa palabra multiuso cuyo sentido más noble aparece para sugerir que el cine no es lo que los demás piensan") a través de los Cahiers du cinéma. O cuando se refiere a las aburridas biopics deportivas que mira junto a su mujer, convaleciente de una lesión en el hombro. Acaso la contratapa exagere con aquello de que el libro sea "lo mejor sobre cine que el lector habrá leído en años", pero sí es una bienvenida incitación a ir detrás de esas películas, esos directores, esos actores, esas revistas.

BONUS TRACK: Casi en simultáneo a este libro, la editorial del sitio A Sala Llena lanzó Los años irreverentes. Vol. 1, que recopila buena parte de los textos de Quintín en El Amante. Operativo retorno más que cumplido.
    

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