domingo, 30 de septiembre de 2018

Familia sumergida (Argentina-Brasil-Alemania-Noruega/2018). Dirección: María Alché. Elenco: Mercedes Morán, Esteban Bigliardi, Marcelo Subiotto, Ia Arteta, Laila Maltz, Federico Sack. Guión: María Alché. Fotografía: Helene Louvart. Edición: Livia Serpa. Música: Luciano Azzigotti. Distribuidora: Primer Plano. Duración: 89 minutos. Salas: .

Por Hernán Cortés

"¿Cómo está todo?", pregunta Marcela, protagonista de Familia sumergida, en un pasaje de la película. "Cambiante y misterioso", responde uno de los personajes. Dos calificativos que aplican para definir el debut en largometraje de María Alché -actriz y directora de cinco elogiados cortos-, un cautivante viaje al interior de una mujer atravesada por la soledad, las pérdidas, el dolor y la alienación, deudor tanto del cine de Lucrecia Martel (que dirigió a Alché en La niña santa) como del de Milagros Mumenthaler. Luego de pasar por Locarno, el film acaba de ganar la sección Horizontes Latinos en el Festival de San Sebastián.


Interpretada por la omnipresente -en la pantalla y últimamente en la cartelera local (participa de las recientes El ángel y El amor menos pensado y de la próxíma a estrenarse Sueño Florianópolis)- Mercedes Morán, Marcela acaba de perder a su hermana Rina, con quien se presume tuvo un vínculo fraternal. En el transcurso de su duelo (una procesión que va por dentro) debe llevar adelante una casa con tres hijos adolescentes y un marido poco presente (Marcelo Subiotto), además de ocuparse de desarmar el hogar de Rina.

Alché opta por situar la acción en un tiempo incierto no lejano (¿los 90? ¿los 2000?), quizás para favorecer el clima de encierro y amontonamiento (de gente y de objetos) propios de algunos departamentos de "familia tipo" de épocas anteriores. En medio de ese ambiente opresivo (los planos cortos acaparan la mayoría de las escenas y en el departamento contadas veces se abren las ventanas), de calor agobiante (lo que es seguro es que el film transcurre en verano), con las demandas de sus hijos a flor de piel (el que no se llevó materias a marzo tiene líos sentimentales), la paz que Marcela no tiene con los suyos parece encontrarla sólo inventariando las pertenencias de su fallecida hermana. En esos menesteres conoce a un amigo de una de sus hijas (Esteban Bigliardi), con quien iniciará un extraño vínculo afectivo.

Pero a este drama introspectivo poco a poco comenzarán a sumársele algunos elementos oníricos (una galería de parientes que irá apareciendo fantasmalmente ante los ojos de Marcela) y otros más terrenales pero igual de inquietantes (algunos juegos de psicodrama por parte de los chicos) que lo acercarán al terror. Son pocas las cosas que aquí escapan de la enrarecida atmósfera general. Será fundamental en este caso el trabajo de la reconocida DF francesa Helene Louvart.

Enigmática, sugerente, impredescible por momentos: así es Familia sumergida. No sorprende que Morán, una de las actrices más versátiles de nuestro país, sea el motor de la película, capaz de involucrar al espectador en esa mezcla de perplejidad y angustia que transmite su Marcela. Sí es para celebrar, por caso, que en el ámbito local aparezcan directoras como Alché, cuyo riesgo y búsquedas volcadas en su primer opus incitan a imaginar un promisorio futuro. Afortunadamente, el cine argentino todavía cuenta con un semillero inquieto.  



          

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