La campaña Manos Limpias (aquel proceso judicial que destapó una red de corrupción múltiple) y la escandalosa renuncia de Silvio Berlusconi, por mencionar dos acontecimientos significativos en la vida política del país, calaron hondo en la sociedad italiana, que aprendió a mirar con recelo a sus dirigentes. Ese es el escenario que le toca a Enrico Oliveri (Toni Servillo), protagonista de Viva la libertá, un timorato secretario del partido opositor que es casi obligado a candidatearse para presidente. Para peor, las encuestas no lo acompañan. Desbordado por la situación, Enrico desaparece. Se borra del mapa, alegando un problema de salud.
El film de Roberto Andó indaga en la trastienda de un
partido donde abundan las internas y el candidato es apenas la punta del
iceberg de esas grietas. Ante el autoexilio de Enrico, Andrea, su asesor, pone
en práctica una arriesgadísima maniobra: reemplazarlo por un sosías. Se trata
de Giovanni (también Servillo, sí), hermano gemelo del político, un filósofo
con trastorno bipolar cuya locuacidad capturará a propios y extraños. Sin los
siniestros entramados de House of cards,
el absurdo atravesará toda la película y dará lugar a más de una pregunta: ¿es
Giovanni un excéntrico o un loco? ¿Un electorado es tan fácil de manipular? ¿Qué
pasará si el “original” decide volver?
Es esa imprevisibilidad lo que
hace de Viva la libertá una
comedia hilarante, al borde de la demencia. Pero también habrá inteligentes
puntos de giro, como cuando se devela el motivo por el cual los hermanos
estuvieron distanciados por varios años. Película de segundas oportunidades, de
estar a tiempo a ser otro, Viva la libertá cuenta además con el plus de
disfrutar al multipremiado Servillo (La grande belleza)
por partida doble.
Viva la libertá se estrena en Argentina el
jueves 28
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