domingo, 24 de febrero de 2019

La misma sangre (Argentina-Chile-Canadá/2019). Dirección: Miguel Cohan. Elenco: Oscar Martínez, Dolores Fonzi, Paulina García, Diego Velázquez, Luis Gnecco. Guión: Ana Cohan, Miguel Cohan. Fotografía: Julian Apezteguia. Edición: Soledad Salfate. Sonido: Luis D´Alberto. Distribuidora: Buena Vista. Duración: 113 minutos. Salas: .

Por Hernán Cortés

Tras un debut de factura propia (Sin retorno, 2010), una adaptación de novela (Betibú, 2014) y una miniserie (La fragilidad de los cuerpos, 2017), Miguel Cohan llega a su tercera película con un perfil ya moldeado como director: un narrador clásico de efectivos thrillers de corte industrial. La misma sangre se inscribe en esa senda, aunque el saldo no tiene la solidez y la precisión con las que contaban -aun sin grandes hallazgos- sus anteriores trabajos.


 
Luego de una sugerente escena (un anciano trabajador rural que cae espectacularmente de un molino) que funciona como un apertivo de lo que vendrá, el film sostendrá una estructura de cajas chinas a lo largo de sus casi dos horas de duranción. Elías (un Oscar Martínez oscuro como pocas veces) es un productor lechero cuyo campo no parece darle más que pérdidas. A la espera de cerrar un negocio que le permitiría un respiro financiero, su mujer Adriana (la chilena Paulina García, con un sobreactuado registro aporteñado), de la que estaba a punto de separarse, harta de la inestabilidad económica, aparece muerta por un accidente doméstico. Este hecho trágico profundizará la crisis de esta familia monetaria y afectivamente a punto de derrumbarse.

El primer tramo del film está dedicado a una pesquisa que tiene como protagonista a Santiago (Diego Velázquez), esposo de Carla (Dolores Fonzi), una de las hijas del matrimonio. Santiago sospecha que Elías fue el autor de la muerte de Adriana, por lo que comenzará a espiar a su suegro en busca de indicios. Y él sospechoso no tardará en darse cuenta. La narración de este juego de gato y ratón es en principio confusa, pero apelando el recurso de los flashbacks se irán aclarando varios tantos.

Sin embargo, una vez encastradas las piezas, la trama caerá en una morosidad a la que algunos conflictos paralelos (las burocráticas dificultades que sufre Elías para cobrar un dinero, la crisis matrimonial entre Santiago y Carla, la aparición de un primo de Adriana) no lograrán adosarle fluidez. Los buenos trabajos de Martínez y Fonzi quedan opacados por la dispersión general de una propuesta que desnuda -una vez más- secretos, mentiras y miserias de la burguesía, pero que ni su poco creíble resolución logra llevar a buen puerto.


          

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