sábado, 14 de abril de 2018

Por la Competencia Latinoamericana se exhibieron la argentina Tito, de Esteban Trivisonno, y la chilena La directiva, de Lorena Giachino.

Por Hernán Cortés

Un equipo de documentalistas atrapado por su personaje objeto y la cotidianeidad de una asociación de árbitros de fútbol fueron los temas de las películas de la Competencia Latinoamericana en la mañana de hoy. Mientras la primera parte de La Flor (Mariano Llinás), uno de los hits del festival, acaparaba la atención de prensa e invitados, la argentina Tito, de Esteban Trivisonno, y la chilena La directiva, de Lorena Giachino no defraudaron a los pocos que optaron por ellas.



El debut del rosarino Trivisonno apuesta al cine dentro del cine. La premisa es la intención de un grupo de estudiantes de comunicación de filmar un documental sobre la fígura de Tito Gómez, mítico actor de la ciudad y protagonista de algunas de las películas de Gustavo Postiglione. Al principio el homenajeado es pura generosidad y predisposición pero conforme avanza el proyecto comenzarán a surgir en Tito otras facetas no tan agradables, no sólo advertidas por los muchachos sino también confirmadas por algunos entrevistados. ¿Quién es realmente Tito Gómez? Estos imprevistos provocarán algunas fisuras entre los documentalistas, lo que coloca a Tito cerca de films como UPA! Una película argentina o del cine del propio Postiglione. Pese a que el tono oscuro del último tramo no resulta del todo efectivo, la película plantea un enfoque original, en clave de parodia, de las excentricidades y miserias del mundo de la actuación.


A medida que transcurre La directiva es inevitable pensar en el cine de Néstor Frenkel. Al igual de lo que sucede con el director argentino -presente también en este Bafici-, la trasandina Giachino parece hacer equilibrio en la ambigüedad de reirse de o reirse con. Será en todo caso el espectador quien lo determine. El documental retrata el quehacer de la federación de árbitros del fútbol amateur chileno, una entidad evidentemente quedada en el tiempo (sus miembros son prácticamente advenedizos en el uso de mail, por ejemplo) y de la que es presidente el carsimático José Castro, verdadero hilo conductor de la película. Mientras la cámara registra sus labores (que no parecen excederse de ordenar papeles y preparar alguna comida), el mandamás cita frases de personajes históricos, transforma su oficina en una habitación con camas cuchetas y dice mantener su antiguo celular porque no encontró otro con el ringtone de un gallo. La película maneja esa ambivalencia, oscilando entre el patetismo y la ternura de estos personajes entrañables. Lástima que se hable tan poco de fútbol...


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