sábado, 15 de abril de 2017

Con 35 ediciones sobre sus espaldas, el Festival Cinematográfico de Uruguay exhibe una programación de gran nivel

Por Hernán Cortés
(Desde Montevideo)

Lucrecia Martel, Alfred Hitchcock, Luis Buñuel y Federico Fellini vigilan desde las alturas a los numerosos transeuntes que circulan por la avenida 18 de Julio, principal arteria de Montevideo. Son ellos -aunque podrían ser muchos otros- los cuatro íconos elegidos para ilustrar el enorme mural emplazado sobre la Cinemateca 18. Desde la semana pasada, el histórico edificio es la sede principal del Festival Cinematográfico de Uruguay, muestra que cuenta con 35 ediciones y que hoy bajará el telón con la proyección de La chica sin nombre, la última película de Jean-Pierre y Luc Dardenne.

La Cinemateca 18, un emblema de Montevideo
Sin el frenesí que provocan Mar del Plata o el Bafici (aquí no se ven contingentes de cinéfilos corriendo de una sede a otra, ni hablando a los gritos de la película que acaban de ver), el nivel de la programación del festival uruguayo, compuesta por 120 películas, nada tiene que envidiarle a estos. De hecho, hay títulos que posiblemente jamás veamos en nuestras pantallas.

Uno de ellos es acaso el film más perturbador de la Competencia Internacional. Se trata de Colo, de Teresa Villaverde, que participó de la selección oficial de la última Berlinale y que plantea una cruda metáfora de la crisis que vive Portugal, uno de los países europeos más golpeados. Allí, en un complejo de viviendas de Lisboa, una mujer es el sostén económico de una familia que es una barco a la deriva: un marido desempleado, con una evidente depresión, y una hija adolescente cuidada a la buena de Dios. El relato reparte el punto de vista en el divague de estos dos personajes y las situaciones que irá atravesando cada uno con su propio infierno, lo que construye una película tan impredecible como interpeladora.

Entre las perlas del festival hay un foco dedicado a Islandia, una cinematografía prácticamente desconocida por estas latitudes. La sección brinda un panorama de esta producción desde los años 80 hasta la actualidad, donde no faltan el género policial (una tradición escandinava de larga data) y la comedia, pero también una valiosa selección de documentales musicales. En ella figura Rock in Reykjavik, un recorrido por la emergente escena punk de la capital islandesa de la década del 80 divido entre filmaciones de shows, ensayos y entrevistas a integrantes de los grupos, adolescentes en la mayoría de los casos. Pese a que la música y el discurso sean algo primarios, resulta una curiosidad ver a una jovencísima Bjork -la música más importante de Islandia-  haciendo sus primeras armas.

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