jueves, 19 de enero de 2017

Nieve negra (Argentina-España/2016). Dirección: Martín Hodara. Elenco: Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia, Laia Costa, Federico Luppi, Dolores Fonzi. Guión: Martín Hodara, Leonel D´agostino. Fotografía: Arnau Valls Colomer. Edición: Música: Zacarías M. de la Riva. Distribuidora:  .Duración: 90 minutos. Salas:

Por Hernán Cortés

Está más que probado que no siempre un elenco de renombre asegura la excelencia del producto final. Es el caso de esta coproducción entre Argentina y España, protagonizada por tres pesos pesados tanto aquí como en la Madre Patria (Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia y Federico Luppi) y dirigida por Martín Hodara, quien fuera asistente de dirección del fallecido Fabián Bielinsky. Sumada su valiosa apuesta técnica, la película tenía todos los elementos para descollar, pero el resultado termina siendo casi tan frío como el escenario donde fue filmada.


Ambientado en una región patagónica azotada por la nieve, el film comienza con la vuelta a nuestro país de Marcos Sabaté (Sbaraglia) junto a su esposa Laura (la española Laia Costa). Su padre, un poderoso terrateniente de la zona, acaba de morir, y Marcos tiene que coordinar la venta de las tierras con el administrador (Luppi), herencia que compartirá con sus hermanos. Ellos son Sabrina (Dolores Fonzi), de frágil salud, internada en un neuropsiquiátrico, y el huraño Salvador (un Darín oscuro como pocas veces), al que Marcos tendrá que convencer de que abandone su cabaña (vive aislado en el medio de la nieve) en beneficio de la venta.

El regreso de Marcos además traerá aparejado un dolor familiar acumulado por mucho tiempo. Cuando eran chicos, Juan, el hermano menor, murió por causas nunca aclaradas del todo: primero se desliza que fue aplastado por un alud, pero luego se da a entender que Salvador le disparó por accidente durante una jornada de caza. Este trágico suceso sobrevolará toda la trama y será reconstruído en cuentagotas, valiéndose de una linea narrativa que va y viene en el tiempo (los personajes son mostrados de niños).

Los siempre solventes Sbaraglia y Darín sostienen la zona de tensión en la que se mueve el film, pero da la impresión que la premisa es estirar este recurso en detrimiento de otras lineas dramáticas. Poco aporta la presencia de Costa, de performance apenas discreta y cuyo embarazo no aporta practicamente nada a la historia, lo mismo que la casi testimonial participación de Luppi. El último tramo ofrece algunas revelaciones que explican lo que antecede, aunque pareciera que sólo se busca cerrar el paquete cuanto antes.

          

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