sábado, 14 de enero de 2017

La anteúltima jornada del festival tuvo como platos fuertes a Searching a sugar man, sobre la búsqueda de un músico desaparecido, y Moz and I, centrada en un fan incondicional de Morrisey

Por Hernán Cortés
(Desde San Sebastián)

Llegaron en grupos y echando risas, e incluso no se privaron de hacer bullicio cuando transcurrían los primeros minutos de la película, pero los casi trescientos adolescentes que ayer colmaron el coqueto Teatro Principal sucumbieron ante la conmovedora historia del cantautor Sixto Rodríguez reflejada en Searching for sugar man, a la que despidieron con un estruendoso aplauso. Un detalle para celebrar, si se tiene en cuenta que, salvo ante algunas contadas propuestas, son tiempos donde los más jóvenes se muestran reacios al rito de encerrarse en una sala por una hora y media. En este Dock Of The Bay que transita su etapa final, la sección Nuevos Públicos -que es coordinada conjuntamente con instituciones educativas de San Sebastián- busca captar audiencias nóveles y transmitir la pasión por ver cine en el cine.


Ganador de un Oscar al Mejor Documental en 2012 y nunca estrenado en Argentina, el film del sueco Malik Bendjelloul narra el derrotero de esta suerte de Bob Dylan maldito que fue Sixto Rodríguez. Se trata de un cantautor folk mexicano que grabó dos discos a comienzos de los 70, residente en Detroit e ignorado allí, pero con un éxito inusitado en Sudáfrica (sus canciones fueron tomadas como emblema en tiempos del Apartheid). Alrededor de Rodríguez, quien desapareció tras aquellas grabaciones, se generó un culto y un sinnúmero de leyendas (la más espeluznante fue que se había suicidado en pleno escenario). Cual detectives, un periodista y un fan sudafricanos se embarcan tras la pista del músico, con un interrogante a cuestas: ¿vive Rodríguez? La respuesta está en esta notable película, que transmite suspenso, emoción y melomanía por partes iguales.


También ayer pudo verse otro film donde el fanatismo hace mella. La española Moz and I, que integra la competencia, se centra en la devoción casi religiosa del DJ barcelonés Luis Le Nuit hacia la figura de Morrisey (Moz para los amigos). Considerado un personaje dentro de la escena indie, Le Nuit sigue al ex Smiths toque donde toque y pasa cada recital aferrado a la valla próxima al escenario, tratando de no despeinar el jopo ("tupé", como le dicen aquí en España) que lleva orgulloso. Compuesto a base del recurso de cabezas parlantes, el documental de Edgar Burgos y Esther Lopera recorre tres mojones: el culto a Morrisey, explicado por el propio protagonista y por amigos y colegas admirados por esta fidelidad; el apogeo y la decadencia de los bares alternativos de Barcelona; y, por último, el tramo más confesional y emotivo, donde interviene la familia de Le Nuit y se narra, a modo de justicia poética, el fugaz encuentro con el ídolo. Cabe mencionar que, como aclararon los directores tras la proyección, la música de Morrisey apenas se escucha: es conocido recelo del cantante respecto al uso de su obra, por lo que hay que conformarse con algunas versiones a cargo de grupos locales. Pero eso es lo menos importante. La película resulta un manifiesto sobre el vínculo fan-músico y aquellas pasiones que datan desde los alaridos por los Beatles y, afortunadamente, se mantienen más vivas que nunca.

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