miércoles, 16 de noviembre de 2016

El jugador (Argentina/2016). Dirección: Dan Gueller. Elenco: 
Alejandro Awada, Pablo Rago, Guadalupe Docampo, Esteban Bigliardi, Lali González, Oscar Alegre. Guión: Dan Gueller (basado en la novela homónima de Fiódor Dostoyevski). Fotografía: Julián Apezteguía. Edición: Leandro Aste. Sonido: Victor Tendler. Distribuidora: Pulpo PR. Duración: 100 minutos. Salas:

Por Hernán Cortés

Entre las múltiples adaptaciones al cine de la obra de Fiódor Dostoyevski, en 1947 ya se registraba en nuestro país una versión de El jugador, filmada por León Kilimovsky. Luego de casi setenta años, el director Dan Gueller vuelve a llevar la breve novela del ruso a la pantalla grande, con algunas licencias respecto al original como ubicar la trama en Mar del Plata (con su obvia cercanía al casino) y barnizarla con un conflicto actual (el narcotráfico).


Al igual que en el libro, Gueller pone en el centro de la escena a un ludópata recuperado al servicio de una acaudalada familia. Se trata de Alejandro (Alejandro Awada), suerte de mano derecha de Pascual Palma (el fallecido Oscar Alegre), un veterano empresario de la carne que -se da a entender- lo rescató de las garras del juego y, por consiguiente, lo humilla "a cuenta".

Entre las funciones de Alejandro está el transporte de divisas, por lo cual el punto de partida de la película es el arribo de este oscuro emisario al Hotel Provincial de "La Feliz", cargando consigo una valija llena de dinero. Allí lo esperan Sergio (Pablo Rago), nieto del viejo Palma, junto a su novia  y un amigo, con la excusa de utilizar esa plata para comprar locales. Pero la verdadera intención es hacerse de una partida de cocaína para revenderla, lo que dará origen a una serie de robos y traiciones.

La película alterna entre el policial protagonizado por el patético trío que encabeza Sergio y el drama individual de Alejandro, enamorado de la menor del clan (Lali González) y siempre propenso a una recaída. Pero la propuesta no termina de funcionar en ninguna de las dos vertientes, por lo que queda como resultado un híbrido soso, desparejo y pobremente actuado. El oficio de Awada y unos correctos roles técnicos (en especial, el trabajo del prestigioso DF Julián Apezteguía) son los escasos méritos de un homenaje que merecía mejor suerte.

         

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